El amor de Dios por encima de toda condena
En nuestro caminar hacia
En este IV domingo de la cuaresma se nos presenta la marcha del pueblo de Dios en medio de sufrimientos y esperanzas: destierro-repatriación del pueblo; ruina-restauración del templo; juicio y gracia de Dios (primera lectura) con el que fácilmente podemos identificarnos.
La segunda lectura nos ayuda a ver que el camino, con sus luces y sombras, adquiere un sentido nuevo a la luz de la fe en un Dios que es misericordia y amor, y que por pura gracia toma la iniciativa de la salvación. Pero esta salvación tiene un precio, pasa por el camino de la cruz (tercera lectura). Volver siempre la mirada a la cruz, cumbre de la manifestación de ese Dios, libera de las falsas imágenes de Dios que se nos van adhiriendo en la marcha.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (43, 16-21)
Esto dice el Señor, que abrió un camino en el mar y un sendero en las aguas impetuosas, el que hizo salir a la batalla a un formidable ejército de carros y caballos, que cayeron y no se levantaron, y se apagaron como una mecha que se extingue:
“No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo; yo voy a realizar algo nuevo. Ya está brotando. ¿No lo notan? Voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos en la tierra árida.
Me darán gloria las bestias salvajes, los chacales y las avestruces, porque haré correr agua en el desierto, y ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo escogido.
Entonces el pueblo que me he formado proclamará mis alabanzas”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 125
Grandes cosas
has hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
Grandes cosas
has hecho por nosotros, Señor.
Aun los mismos paganos con asombro decían: “¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!” Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
Grandes cosas
has hecho por nosotros, Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Grandes cosas
has hecho por nosotros, Señor.
Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.
Grandes cosas
has hecho por nosotros, Señor.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los filipenses
(3, 7-14)
Hermanos: Todo lo que era valioso para mí, lo consideré sin valor a causa de Cristo. Más aún pienso que nada vale la pena en comparación con el bien supremo, que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor he renunciado a todo, y todo lo considero como basura, con tal de ganar a Cristo y de estar unido a él, no porque haya obtenido la justificación que proviene de la ley, sino la que procede de la fe en Cristo Jesús, con la que Dios hace justos a los que creen.
Y todo esto, para conocer a Cristo, experimentar la fuerza de su resurrección, compartir sus sufrimientos y asemejarme a él en su muerte, con la esperanza de resucitar con él de entre los muertos.
No quiero decir que haya logrado ya ese ideal o que sea ya perfecto, pero me esfuerzo en conquistarlo, porque Cristo Jesús me ha conquistado. No, hermanos, considero que todavía no lo he logrado. Pero eso sí, olvido lo que he dejado atrás, y me lanzo hacia adelante, en busca de la meta y del trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde el cielo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor. Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí, que soy compasivo y misericordioso.
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio
según san Juan (8, 1-11)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.
Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que dices?” Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.
Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor”.
Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
PARA ORAR EN COMUNIDAD
“Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por El” (Jn 3, 17)
Tu signo en el cielo, Señor,
no es el trueno ni el rayo, sino el arcoiris
porque eres el Dios del amor.
Como los niños, cuando cometen una falta,
intentan esconderse de la mirada de su madre,
nosotros, cuando hemos pecado,
nos alejamos voluntariamente de ti
procurando escondernos para que no nos veas.
Pero Tú no te olvidaste de nosotros,
no nos abandonaste
y viniste en busca nuestra,
y al encontrarnos no nos castigaste
sino que nos tomaste de la mano,
y nos devolviste a casa.
para salvarnos a nosotros
sacrificaste a tu Hijo.
¿Cómo medir la grandeza
de tu corazón?
¿Cómo no golpearnos el pecho
por las tonterías que cometimos?
¿Cómo no llorar de alegría
delante de la admirable ternura
de tu infinita misericordia? Amén.
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